Esparcidos como las setas después de la lluvia, las aventuras de la noche siguen siendo culpadas por destruir vidas, matrimonios e ideales.
En un mundo donde la lealtad tiene el estatus de virtud, aunque no es más que un producto cultural que desafía las tendencias naturales (aquellas de saltar de cama a cama con pensamientos impulsivos), muchas personas se niegan a “engañar”. O lo hacen, pero no lo reconocen. Sólo los ingenuos podrían creer que, aparte de los autoproclamados como polígamos, nadie se desvía del camino correcto de apareamiento con una sola persona.